De creer algunas ensoñaciones periodísticas, la clase política de Castilla y León está que se sale, sobre todo la perteneciente a los principales partidos. Cuentan que la delegación socialista asistente al cónclave de Coruña ha regresado exultante. Ni en tiempos de Zapatero, que barría bastante para casa, se recuerda que en la Ejecutiva Federal del PSOE hubiera seis castellano-leoneses.
A los tres que ya estaban desde el último congreso federal (Ios vallisoletanos Iratxe García y Javier Izquierdo y la palentina Mari Luz Martínez Seijo) se han sumado los dos ministros vallisoletanos, Óscar Puente y Ana Redondo, y la burgalesa Esther Peña, esta última designada nueva portavoz del partido. Imposible dar un paso por Ferraz sin tropezar con un paisano.
Supuestamente, todo un espaldarazo para el secretario autonómico del partido, Luis Tudanca, quien, eso sí, sigue sin saber si, llegado el momento, el eje Moncloa-Ferraz le instará a volver a ser candidato a la presidencia de la Junta o decidirá que toca renovar el cartel electoral. En cualquier caso, si ocurriera lo segundo, Pedro Sánchez se encargaría de agradecerle con alguna prebenda los servicios prestados. Lo de su salto a la candidatura europea es otra ensoñación invernal, ya que, siendo Iratxe García e Ibán García del Blanco inamovibles, no parece que en los puestos de salida, alrededor de 20, haya hueco para un tercer castellano-leonés.
Si descendemos a la realidad lo que ocurre es que ninguno de los seis paisanos aupados a la Ejecutiva Federal han llegado ahí por ser de Castilla y León. Todos están por haber sido sanchistas hasta la médula y haber apostado por Sánchez cuando la vieja guardia de Felipe, Alfonso y compañía había ungido a Susana Díaz para suceder al malogrado Pérez Rubalcaba. Por eso, dicho sea de paso, están tan resentidos González, Guerra y demás egregios del socialismo patrio. No es fácil envejecer bien, pero estos políticamente no lo pueden estar haciendo peor. Alguno, como el insigne Juan José Laborda, no ha descartado dejar de votar al PSOE, algo que ya han hecho otros como Joaquín Leguina o José Luis Corcuera.
Y desde luego ninguno de los seis ha accedido a la Ejecutiva Federal gracias a la influencia de Luis Tudanca. Tampoco la flamante portavoz, la secretaria provincial del PSOE en Burgos y diputada del Congreso, Esther Peña, quién ha sido aupada por el hombre fuerte de Ferraz, que no es otro que el secretario de Organización, Santos Cerdán.
A todo esto, Tudanca ha anunciado cambios tanto en la Ejecutiva Autonómica como en el grupo parlamentario socialista. En la Ejecutiva parece obligada la salida de la número dos, la vicesecretaria general, Virginia Barcones, una vez que la ex delegada del Gobierno ha puesto tierra por medio al hacerse cargo de la dirección general de Protección Civil del ministerio de Interior. Si hay relevo, lo lógico sería que ascendiera a ese número dos quien viene ejerciendo de facto como tal, esto es, la secretaria de Organización y vicepresidenta segunda de las Cortes, Ana Sánchez, cuya fascinación política por Tudanca frecuentemente roza lo grotesco.
Y veremos si la remodelación afecta a la representación del PSOE vallisoletano, cuyo secretario provincial sigue siendo, y lo que te rondaré, el ministro Puente, que acaba de hacer una demostración de fuerza colocando al frente de la Subdelegación del Gobierno a un alto funcionario que gozaba de su confianza en el ayuntamiento pucelano. En cuanto a lo del grupo parlamentario, también está por ver si el cambio es de calado -lo que comportaría el relevo de algún "liberado" o "liberada"- o es un simple reajuste sin consecuencias traumáticas para el bolsillo de alguien.
Si Tudanca pinta muy poquito en el PSOE federal, Alfonso Fernández Mañueco sigue muy lejos de ganarse la confianza de Alberto Núñez Feijóo. Y la pretensión de vender como logro suyo algunos nombramientos de primer nivel ha sido otra completa ensoñación. Sobre todo en lo concerniente a la portavoz en el Senado, la abulense Alicia García, quien se alineó con Antonio Silván en las primarias autonómicas, y cuyo ascenso en la Cámara Alta ha sido promovido por el camarada Arenas, el incombustible Javier.
Ni siquiera está claro que la llegada de la leonesa Ester Muñoz a la cúpula de Génova haya sido auspiciada por Mañueco. Hay quien atribuye tan inexplicable ascenso a la mano derecha de Feijóo, Miguel Tellado, quien, dicho sea de paso, ha salvado el culo a casi toda la tropa casadista de Castilla y León aupada en su día al Congreso y al Senado por el inefable Teodoro García Egea. Alberto Plaza, el ex yerno de Agustín Díaz de Mera, ha sido la excepción.
En su afán por hacerle la pelota a Mañueco ha habido quien le ha atribuido directamente el nombramiento de las seis mujeres que han ascendido en el nuevo organigrama del PP nacional. "Seis féminas, 6, ha situado Mañueco a orillas de Feijóo", ha podido leerse en determinado diario de alcance regional. "Feijóo quería chicas para su equipo y Mañueco ha sido generoso, evidenciando que hay músculo femenino en el PP de Castilla y León", remachaba el comentario. Se comprende lo de pelotear al presidente que maneja, Julio López mediante, la chequera mediática de la Junta, pero no es necesario exhibir tamaña dosis de un machismo rancio a más no poder.
Y también ha tenido lo suyo de ensoñación el acceso de Juan García-Gallardo a la nueva guardia de corps de la que ha decidido rodearse Santiago Abascal. Lo que quiso venderse como un ascenso fulgurante se ha diluido al tratarse de un nombramiento conjunto de los cuatro vicepresidentes de gobierno autonómico con que cuenta Vox.
Casi me troncho ayer al leer en un diario nacional que Abascal ha diseñado un equipo para salir del "bunker" y prescindir de los dirigentes mas "frikis", tales como Jorge Buxadé y Javier García Smith. No me había percatado yo de la diferencia existente entre Gallardo y los mencionados, aunque si hablamos de políticos "frikis", pocos de la talla demostrada aquí por el consejero Mariano Veganzones. Lamentablemente, un "friki" de lo más pernicioso que ha conocido esta desdichada comunidad autónoma.
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