HISTORIA

Burgos, una ciudad y provincia mágica y llena de leyendas

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Conocer las leyendas de Burgos ahora es posible gracias a la Universidad Complutense de Madrid, que ha recogido en un mapa todas las historias españolas recogidas en el siglo XIX. Basta con echar un vistazo para saber qué mitos rodean la ciudad de Burgos y sus pueblos.

María C.
12/01/2023 - 10:27h.

En Burgos ciudad

Napoleón en Miraflores

Napoleón, ese hombre extraordinario que tanto da que admirar al mundo por sus hechos, y por sus  conocimientos universales, a pesar de haber visto las mejores bellezas de Italia y de la mayor parte de Europa, no se desdeñó de ir a visitar los sepulcros, a muy luego de haber llegado a Burgos el 10 de diciembre de 1808.

Al apearse delante de las puertas de aquel respetable monasterio, abandonado de sus penitentes moradores, por no exponerse a la fiereza de las tropas invasoras, mandó que atasen su caballo al tronco del árbol donde se ataba en tiempos remotos el del rey D. Juan II.

Era un añoso moral que existía entonces junto a los arcos de la hospedería del convento, el cual desapareció durante la guerra de la independencia mientras los monjes andaban huidos –96-.

El caballo se ató como lo había dispuesto; pero los informes que con respecto a esto dieron al Emperador no eran exactos; porque se sabe que los caballos del Rey D. Juan se ataban, según las antiguas noticias tradicionales del convento, a dos anillos de hierro fijados en la pared que forma la cabecera de las trojes, los cuales se han arrancado sin duda, porque no hemos podido hallarlos por más que los buscamos ansiosamente.

Dícese que el Emperador quedó muy complacido de la hermosura de los sepulcros, y que pretendiendo llevar el de los reyes a Francia, desistió del intento al ver las dificultades que ofrecía la descomposición, transporte y colocación puntual de un monumento de tantas piezas. No era extraño que quisiese engrandecer la gran capital con las mejores obras de las bellas artes de España, como lo había hecho con las de Italia.

El Cid campeador

Según el Cantar, el Cid, antes de salir para el destierro, dejó en San Pedro de Cardeña a Jimena y a sus hijas, doña Elvira y doña Sol (cuyos nombres reales fueron María y Cristina), encareciendo su cuidado al abad del monasterio. Cuna de muchas leyendas cidianas, fue el lugar donde reposaron durante siglos los restos del Cid y de su esposa Jimena.El monasterio fue fundado por los benedictinos en 899, constituyéndose en un importante centro cultural y espiritual, especialmente en los primeros momentos de la construcción de Castilla. Del monasterio románico, saqueado en el 953 por el ejército de Abderramán III, aún queda la vieja torre del siglo XI y su claustro románico, del siglo XII.

Alfonso Pérez de Vivero. Leyenda castellana del siglo XV.

Nada se sabe de sus orígenes ni de su primera formación. Debió de entrar al servicio de Álvaro de Luna, privado de Juan II, a comienzos de la década de 1420.

La primera vez que las crónicas le mencionan con el oficio de contador mayor es en el año 1439, pero desde luego desempeñaba ya este cargo a comienzos de la década de 1430; al menos lo era ya en 1434. Debió de conseguir ese puesto en torno a 1431 o 1432, coincidiendo con los años que contemplan el extraordinario crecimiento del poder de don Álvaro de Luna tras la expulsión de los infantes de Aragón. Era una buena prebenda la que recibía del privado de Juan II, pues el cargo de contador mayor, sobre el que recaía todo el peso de la gestión de la hacienda regia, era uno de los oficios mejor retribuidos de la Corona de Castilla, y además permitía a su titular formar parte del Consejo Real.

El cerrojo de Santa Águeda

Antes de subir al castillo, entramos en la iglesia de San Martin, que es de las más antiguas, y no tiene otra particularidad más que la de estar cincelada en ella la vara de medir de Burgos; también visitamos la parroquia de Santa Águeda llamada antes de Santa Gadea, donde es fama que Rodrigo de Vivar tomó juramento al rey don Alonso VI de no haber tenido parte en la muerte de su hermano don Sancho el II, asesinado por Bellido Dolfos en el cerco de Zamora. La tradición supone formulado el juramento del rey sobre el cerrojo de la puerta principal de la iglesia, con cuyo motivo llegaron a ser tantos los cuentos absurdos y tal la superstición del pueblo, que el obispo don fray Pascual de la Fuente, se vio precisado a mandar deshacer el cerrojo y tomar serias providencias para combatir las disparatadas fábulas y ridículas patrañas de que había sido objeto.

Esta medida atajó el mal, pero no lo curó radicalmente, y la prueba es que todavía una pobre mujer que nos pidió limosna a la puerta del templo, nos aseguró con la mayor formalidad, que todos los días a media noche se oyen en sus bóvedas unos ruidos espantosos y que más de una vez se han visto en el cancel, las sombras del Cid y del rey, en la misma aptitud que tenían cuando el famoso juramento. Tal es la fuerza de la preocupación cuando una vez se apodera de las gentes sencillas, dispuestas siempre a patrocinar cuanto a su imaginación se presenta revestido con el irresistible atractivo de lo maravilloso. Por lo demás la iglesia de Santa Águeda, solo es recomendable por su antigüedad y por un bellísimo sepulcro que encierra de la época del renacimiento.

El cofre del Cid

Se guarda en una pared de la Capilla del Corpus Christi de la catedral. En lo alto de la pared de la izquierda hay un baúl antiquísimo, con un tarjetón moderno, en el que se lee Cofre del Cid, y que es tradición se lo dejó en prenda, lleno de piedras, a un comerciante judío que creía estaba lleno de alhajas, por una suma de dinero que le pidió para atender a los gastos del sitio de Valencia.

Este histórico arcón estuvo el archivo de la iglesia, hasta que se arregló y ordenó en 1774, y en el día está vacío.

Bien ha hecho el Cabildo en colocarlo tan alto, porque si no a estas horas se le hubieran ido llevando a trozos los que se llaman aficionados a las antigüedades, y no tienen, sin embargo, reparo alguno en mutilarlas por proporcionarse alguna de sus reliquias.

Santiago del Espaldarazo

Con respecto a la imagen de Santiago que se venera en la capilla de su advocación, expresa D. Alonso Núñez de Castro que  el Monasterio de las Huelgas tiene recibido que fue coronado en dicho monasterio, (el Rey D. Enrique I) y que en memoria de esto conserva una imagen del apóstol Santiago, la cual con artificio juega los brazos; y añaden, "según la tradición, que la misma imagen le puso el cetro en las manos y la corona en la cabeza". Del Rey S. Fernando se sabe que recibió en los mismos términos los golpes de espada, y de D. Alonso XI dice su cronista que  la imagen de Santiago que estaba encima del altar ficieron que la imagen mesma le diese la pescozada al rey, y de esta guisa recibió la caballería del Apóstol Santiago.

La cuesta de la reina

La leyenda, o, por mejor decir, la tradición histórica que dio su nombre la Cuesta de la Reina, camino que existe todavía y que, arrancando de la misma puerta de Fres del Val, conduce lo alto del monte que se eleva la derecha del monasterio.

Lo que en aquella noche me contaron ocurrió comienzos del siglo XV, cuando se acababa de fundar el convento y todavía no estaba terminada la obra del claustro, en la que trabajaban artistas de distintos países, y entre ellos algunos moros esclavos o conversos.

El fundador de Fres del Val era Don Gómez Manrique, hijo bastardo del adelantado mayor de Castilla Don Pedro Manrique, llamado el Viejo. Murió éste sin dejar hijos y sí sólo un bastardo, que había sido entregado en rehenes, siendo niño, los moros de Granada, educado en dicha ciudad y convertido la religión musulmana. - 190 -

A la muerte de su padre, el mozo vino a Castilla, se hizo rebautizar abjurando el islamismo y, tomando el nombre de Don Gómez Manrique, entró en posesión de las haciendas y señoríos de su padre, y contrajo matrimonio con Doña Sancha Rojas, descendiente de una de las familias más poderosas del reino.

Las trovas de don Enrique el enfermo

Muerto el rey don Juan I de Castilla en Alcalá el 9 de octubre de 1390, de resultas de un bote del caballo, se abrió su testamento, otorgado en Cillorico, y hallóse en él una cláusula en que nombraba por tutores del príncipe don Enrique su hijo, hasta la edad de 15 años, entonces de diez, a varios grandes y personajes del reino.

Pero como a la lectura de dicho documento estuviesen presentes otros señores de bastante influjo y poder, y no se viesen nombrados para tan alto encargo, llevados de la ambición de mando y más que todo aguijados por la codicia, dijeron que la voluntad del testador no era cumplidera, porque la ley de don Alonso el Sabio ordenaba que en tiempo de la minoridad del rey, los gobernadores fuesen siete cuando más; que los electos pasaban de este número con mucho, y que por lo tanto era forzoso atenerse al texto de dicha ley.

Otros disputaban, con no menos calor, que el documento del difunto era un mandato expreso; y por último, la mayoría juzgó debía anularse, y así se verificó con sumo contento de algunos.

En su consecuencia, reuniéronse los principales de la nobleza y clero, y eligieron por tutores del rey y gobernadores de la nación al duque de Benavente, al marqués de Villena, al conde de Trastamara, a los arzobispos de Toledo y Santiago, y a los maestres de Santiago y Calatrava.

Principiaron, pues, estos siete individuos su regencia, y con ella una serie de desconciertos y ambición, superior a la que se acostumbra ver en las minorías de los reyes. No era posible continuar por mucho tiempo en un estado tan violento, ni para saciar a los ávidos tutores tenían sangre suficiente los pecheros.

El pueblo se quejaba; todos murmuraban abiertamente, echando de menos el gobierno paternal del rey difunto, y tales lamentos llegaban a los oídos de su hijo quien, a pesar de su corta edad no dejaba de conocer la causa; pero había que resignarse a sufrir la tutela hasta que expirase el término prefijado.

El tiempo corrió: dos meses faltaban al Príncipe únicamente para cumplir los 15 años, edad legal y señalada; y no pudiendo resistir más al descontento general, manifestó a los tutores que estaba resuelto a encargarse del reino. Muchos grandes y próceres lo apoyaron, y el joven monarca quitó el cetro de las manos de tan malos y turbulentos guardadores.

En Burgos provincia

Coruña del Conde

La localidad de Coruña del Conde está ligada en sus inicios a la ciudad romana de Clunia. Durante el siglo VIII sufrió los avatares propios de su ubicación en una zona fronteriza. Despoblada en el siglo VIII, posiblemente fue repoblada a comienzos del siglo X por el conde Gonzalo Fernández debido a su interés geoestratégico. Villa de frontera, pasó a manos musulmanas en varias ocasiones durante el siglo X y vio el paso de los ejércitos califales al menos en dos ocasiones: en 920 (Abderramán III) y 994 (Almanzor). Finalmente quedó bajo dominio cristiano en 1011.

Es uno de los dos reclamos más destacados de la localidad cercana de Coruña del Conde. El otro, ser el lugar de origen de Diego Martín Aguilera, inventor español y uno de los precursores de la aeronáutica en España que a finales del siglo XVIII se lanzó desde el castillo de su pueblo con un avión confeccionado de plumas para volar más de 300 metros.

Casilda (Briviesca)

Era el rey de Toledo el moro Almenón, con quien el rey de Castilla don Fernando el Grande mantenía cordial amistad.

Este rey moro tenía una hija muy hermosa y compasiva, llamada Casilda.

Una esclava castellana contó a la hija del rey moro que los nazarenos amaban a su Dios, y a su rey, y a sus padres, y a sus hermanos, y a sus esposas.

El Santuario de Santa Casilda se halla enclavado en un agreste nudo montañoso de la Bureba, cercano a Briviesca, en el que se veneran con gran devoción las reliquias de la Santa mora, hija del Rey Almamún de Toledo.

En la cueva donde vivió, se colocaron sus reliquias en el siglo XV, en un magnífico con relieves tallados y decorados, con escenas de la vida de la Santa y bella estatua yacente a la que se accedepor bonita portada gótico plateresca.

La iglesia del Santuario, de pequeñas dimensiones, se edifico en el siglo XV por maestros de la Catedral de Burgos. Tiene tres naves que han siddo reforzadas. De la primera iglesia quedan algunos restos en la nave lateral norte.

Unida al Santuario se halla la hospedería para peregrinos, devotos y visitantes, con todos los servicios modernos para hospedaje cómodo y confortable.

Antigua leyenda de San Cristóbal (Sotresgudo)

El paraje donde se ubica la ermita de San Cristóbal fue, tal vez, de acuerdo con las características físicas del terreno que le rodea, una mota medieval.

La primera referencia documental de que se tiene noticia data de 1215. Se trata de un documento por el que Enrique I de Castilla confirma las donaciones que hizo su padre, Alfonso VIII, al palentino monasterio de San Andrés del Arroyo. En dicho documento se cita a Sanctum Martinum de Sotosesgudo.

En un documento de 1250 aparece denominado como Sotosgudo.

En el Libro Bececerro de las Behetrías, 1352, se le denomina igualmente Sotosgudo. En esta época la realeza protegía la cría caballar en Sotresgudo.

A mediados del siglo XIV era lugar de la reina. Estaba dividido en los barrios de San Miguel, que se correspondería con el actual Sotresgudo, y de San Cristóbal, en el entorno de la ermita homónima. Entre ambos núcleos está la ermita de Nuestra Señora de Entrambosbarrios, hoy capilla del cementerio.

En el S. XVI tenía 75 vecinos y una pila (una parroquia).

Sotresgudo tenía la consideración de lugar, que formaba parte de la Jurisdicción de Villadiego en el Partido de Villadiego, uno de de los catorce que formaban la Intendencia de Burgos durante el periodo comprendido entre 1785 y 1833; en el Censo de Floridablanca de 1787 era jurisdicción de señorío secular, siendo su titular el Duque de Frías, quien nombraba alcalde pedáneo.

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