Este deporte-espectáculo es el que mejor nos puede servir para referirnos a la 'lucha' entre Mañueco y Silván por la presidencia del Partido Popular de Castilla y León. Este espectáculo se realiza por parejas o incluso por tríos. Nosotros en Burgos ya los tenemos conformados: Maíllo-Mañueco-Lacalle vs. Cospedal-Silván-Ibáñez.
Aunque nadie quiere tirarse a la piscina por miedo a que esta no tenga agua, es de sobra conocido que en esta confrontación castellano y leonesa (ni los más viejos populares recuerdan que alguna vez hayan tenido que acudir a las urnas) ya se han configurado diferentes grupos, y aunque se diga que Herrera va a ser el árbitro y que al final como sucede en el Pressing catch no pierde nadie, estamos convencidos de que cuando todo concluya quedarán varios heridos de consideración sobre la lona.
Este CONFIDENCIAL sabe que estos dos líderes nacionales ya se han decidido por su preferido para comandar el partido a nivel autonómico. La lucha que mantienen en Génova (Madrid) se ha trasladado a María de Molina (Valladolid). Asimismo, y aunque a ninguno de los dos les hubiera gustado, Lacalle e Ibáñez también han tenido que tomar partido y se verán las caras en el 'ring' de las urnas.
Otra cosa será lo que haga, o más bien no haga, el actual presidente provincial, Cesar Rico, habitual por tumbarse en la hamaca como Rajoy y esperar acontecimientos. Estamos seguros que de su boca no va a salir ni una sola palabra que pueda dar a entender su apoyo a uno de los candidatos en detrimento del otro. Tal vez si que tema que, en Burgos, pueda ganar uno y ese luego no sea el nuevo presidente. En ese supuesto, el vencedor podría pensar que Rico no le apoyó, y eso podría pasarle factura cara al Congreso Provincial en el que Javi Lacalle y sus amigos ya están tomando posiciones para desbancar al 'veterano' presidente provincial.
Por lo que a Ibáñez se refiere, su fidelidad y agradecimiento a Herrera, algo que Lacalle no reconoce y eso que si ahora sigue de alcalde es por la mediación herreriana ante Luis Fuentes y sus ciudadanos (ellos se cargaron la moción de censura de Bañeres), obligará al viceportavoz popular en las Cortes a medir fuerzas, y quien sabe si algo más, con los que desde hace mucho tiempo han sido sus 'amiguitos del alma'.
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