Desde 1990 y hasta 2019, más de 150.000 personas murieron debido a las olas de calor, según el primer mapa global que relaciona decesos y altas temperaturas. Otros tres nuevos artículos inciden además en la mayor vulnerabilidad de las personas mayores y las mujeres, y en cómo el verano de 2023 fue el más cálido de los últimos 2000 años.
Las olas de calor son uno de los efectos más evidentes del cambio climático. Estos periodos (siempre superiores a tres días) en el que las temperaturas máximas y mínimas se encuentran por encima de los valores climatológicamente normales para esa época del año afectan negativamente a la salud.
Un equipo de la Universidad de Monash (Australia) ha llevado a cabo el primer mapa mundial de la mortalidad relacionada con las olas de calor durante tres décadas, de 1990 a 2019. Los expertos han descubierto que estos ciclos provocaron más de 153.000 muertes adicionales, casi la mitad de ellas en Asia.
En comparación con 1850-1990, la temperatura global de la superficie ha aumentado un 1,14 ºC en 2013-2022 y se espera que aumente otro 0,41-3,41 ºC para 2081-2100. Es más, con el creciente impacto del cambio climático, se ha observado que las olas de calor están aumentando no solo en frecuencia, sino también en gravedad y magnitud.
El estudio, publicado en PLOS Medicine y dirigido por el profesor Yuming Guo, analizó datos sobre muertes diarias y temperatura de 750 localidades de 43 países o regiones. Así, entre 1990 y 2019 las olas de calor provocaron un aumento de 236 muertes por cada diez millones de habitantes en cada estación cálida del año.
Las regiones con más muertes relacionadas con las olas de calor se encontraban en Europa meridional y oriental, en zonas con climas polares y alpinos, y donde los residentes tenían ingresos altos.
"En el mundo cada vez hay más olas de calor con periodos más largos y mayor intensidad. Sin embargo, aún no disponemos de estadísticas sobre cuántas muertes causan", explica a SINC Guo, que subraya: "Conocer el número es crucial para la gestión de la salud pública y elaboración de políticas, la asignación de recursos, la sensibilización de la población, la promoción de la equidad sanitaria y el avance de la investigación científica", añade.
"Además, este conocimiento puede construir comunidades más resistentes ante el aumento de las temperaturas globales orientando la planificación urbana, dando forma a las estrategias de adaptación al clima y promoviendo comportamientos protectores e innovaciones. Este enfoque integral puede reducir significativamente los efectos del calor extremo sobre la salud y salvar vidas", añade.
Los datos revelan que las olas de calor aumentan el riesgo de muerte debido a la sobrecarga térmica del cuerpo humano y a la disfunción de múltiples órganos, así como al agotamiento, los calambres y la insolación. De igual manera, el estrés térmico también puede agravar enfermedades crónicas preexistentes y provocar muertes prematuras, trastornos psiquiátricos y otras consecuencias.
"Las olas de calor están asociadas a una carga de mortalidad sustancial que varía espaciotemporalmente en todo el planeta en los últimos 30 años. Debería haber una planificación de adaptación localizada y una gestión del riesgo en todos los niveles de gobierno", insiste Guo.
Otro estudio publicado esta semana en Nature Communications apunta que hasta 246 millones más de adultos mayores de todo el mundo estarán expuestos a un calor agudo y peligroso de aquí a 2050.
Los resultados de este trabajo, en el que han participado investigadores de Austria, Italia y EE UU, pueden contribuir a la evaluación de los riesgos regionales del calor, a la planificación de la adaptación al cambio climático y a la toma de decisiones en materia de salud pública.
Los autores cuantificaron la exposición crónica a temperaturas medias elevadas, así como la frecuencia e intensidad de la exposición aguda a temperaturas extremadamente altas, en diferentes grupos de edad de todo el mundo.
Descubrieron que, para 2050, más del 23 % de la población mundial mayor de 69 años vivirá en climas con una exposición aguda al calor superior al umbral crítico de 37,5 °C (99,5 °F), frente al 14 % en 2020. Además, se prevé que los efectos sean más graves en Asia y África, que también pueden tener las capacidades de adaptación más bajas.
"Es probable que las zonas con poblaciones envejecidas y una creciente exposición al calor se enfrenten a considerables demandas de servicios sociales y sanitarios, lo que requerirá intervenciones políticas novedosas", sugieren los expertos.
Otro artículo publicado esta semana en The Lancet Public Health advierte de los impactos en la salud de esta crisis climática en Europa. El informe muestra que las muertes por calor han crecido en Europa en la última década, pero los fallecimientos son el doble en mujeres que en hombres.
De igual forma, el calentamiento global también tiene un fuerte componente socioeconómico: las personas con bajos ingresos tienen mayor probabilidad de sufrir inseguridad alimentaria y las zonas desfavorecidas se ven más expuestas a las partículas contaminantes de los incendios forestales.
Esta investigación también revela que el sur de Europa tiende a verse más afectado por las enfermedades relacionadas con el calor, los incendios forestales, la inseguridad alimentaria, la sequía, las enfermedades transmitidas por mosquitos y la leishmaniasis.
El verano de 2023 fue el más cálido en las regiones extratropicales del hemisferio norte en los últimos 2000 años, según otro artículo publicado también en Nature. Los investigadores, liderados por Jan Esper de la Universidad Johannes Gutenberg de Mainz (Alemania) emplearon una combinación de datos de observación y reconstrucciones para analizar las temperaturas del aire en superficie entre junio y agosto en estas zonas y periodo de tiempo.
Al combinar las mediciones de miles de estaciones meteorológicas (30-90 grados norte, que abarca territorios de Europa), los científicos descubrieron que las temperaturas terrestres en esta región septentrional eran 2,07 °C más altas en el verano de 2023 que las medias instrumentales entre 1850 y 1900 de nuestra era.
De hecho, comprobaron que el verano de 2023 superó en 2,20 °C las temperaturas medias preinstrumentales de los años 1-1890 de nuestra era. En comparación con el verano más frío reconstruido durante este periodo (536 d. C., en el que las temperaturas se vieron influidas por una erupción volcánica), el de 2023 fue 3,93 °C más cálido.
Los autores concluyen que, si bien el calentamiento registrado no puede aplicarse a escala mundial, "las estimaciones demuestran la naturaleza sin parangón del calentamiento actual y la necesidad de tomar medidas urgentes para reducir las emisiones de carbono".