PANDEMIA

​Un año desde que el coronavirus cambió nuestras vidas

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El 14 de marzo, Pedro Sánchez anunciaba un estado de alarma que incluía un confinamiento estricto que duró más de tres meses. El día anterior se registraba la primera muerte por COVID-19 en Burgos, en el Hospital 'Santiago apóstol', en Miranda de Ebro. Se trataba de una mujer de 89 años

Pedro Hernández (S24H) | María C. (BurgosNoticias)
14/03/2021 - 12:10h.

Hace poco más de un año, el 8 de marzo de 2020, Burgos afrontaba la vida con total normalidad y sin sospechar que quedaban pocos días para que nuestras vidas cambiasen por completo. En un domingo típico preprimaveral, con una temperatura agradable, miles de personas caminaban por las calles charras para dirigirse a la manifestación del 8M, mientras que otras tantas miles hacían el recorrido inverso para dirigirse al Plantío para presenciar el partido entre el Burgos CF y el Arenas de Getxo, donde tras cinco partidos siendo imbatible, el Burgos CF rompía con la racha que tenía a sus espaldas y lograba un empate a dos goles.

Nadie imaginaba lo que se venía encima. Al día siguiente, el lunes 9, comenzaba el caos. Y lo hacía a raíz de la decisión de la Comunidad de Madrid de cerrar todos los centros educativos durante dos semanas, desde colegios hasta universidades, y de preparar los hospitales para diversas contingencias relacionadas con el coronavirus.

Como si de un efecto mariposa se tratase, el pánico de los ciudadanos madrileños alcanzaba Burgos donde, como en la capital de España, los supermercados comenzaban a vaciarse. El papel higiénico alcanzaba la cotización del oro en unos momentos en los que el confinamiento comenzaba a sobrevolar el país. Posibilidad, eso sí, que nadie quería creer real. Al menos en Castilla y León.

Y es que dentro de la pandemia, y según los datos oficiales, la comunidad castellano y leonesa no estaba tan mal. Aunque la percepción hubiera sido diferente si se hubiera tenido la capacidad de realización de pruebas para detectar el COVID-19 que se posee actualmente. Porque en ese momento, los casos de coronavirus crecían tan exponencialmente que todo abocaba a una solución drástica.

Esa solución era el ya mencionado confinamiento. Una medida que había sido aplicada por China en el mes de enero y que era adoptada por Italia el 11 de marzo -días antes, el 8M, el Gobierno del país transalpino ya había confinado 15 provincias italianas, entre ellas Lombardía-. Pero aquí en España no terminaba de llegar, quizá por el miedo a las consecuencias económicas y de imagen que derivaría.

No obstante, según avanzaban los días, la palabra maldita ya estaba en boca de los ciudadanos. Y de unas autoridades que iban suspendiendo las diversas actividades programadas y que pedían a los ciudadanos que se quedasen en casa.

Hubo instituciones incluso que se adelantaron a las autoridades, como la Junta Directiva de la Sociedad Española de Retina y Vítreo, que el 3 de marzo decidía aplazar, por causa de fuerza mayor, el XXIV Congreso SERV.

De hecho al día siguiente se cifraba el cuatro caso por coronavirus en Burgos y el HUBU se negaba a admitir a los pacientes con coronavirus de Miranda de Ebro. El primer fallecido por COVID-19 en Burgos llegó el 13 de marzo. Se trataba de una mujer de 89 años que fallecía en el Hospital 'Santiago apóstol' (Miranda de Ebro). Aunque lo cierto es que, según un estudio del Instituto de Salud Carlos III, el coronavirus estaba circulando por ejemplo, por la provincia charra en torno al 10 de febrero, por lo que es probable que hubiera algún deceso por la enfermedad bastante antes.

El Gobierno regional advirtió del peligro ese mismo día, anunciaba el cierre de todos los centros educativos y, sobre todo, era la primera comunidad autónoma -como siempre han defendido Mañueco, Igea y Casado- en pedir la declaración del estado de alarma. Asimismo, pedían a los ciudadanos que se quedasen en sus domicilios.

El día siguiente se suspendía la Semana Santa y todos sus actos y actividades. Todo hacía indicar que nos aproximábamos a un confinamiento jamás antes vivido y que iba a llegar, de manera oficial y para toda España, ese mismo sábado 14.

Porque aunque no iba a declararse hasta el día siguiente en un Consejo de Gobierno extraordinario (más que nunca), Pedro Sánchez comunicaba al Rey Felipe VI y al resto de fuerzas políticas que el estado de alarma iba a aplicarse, durante al menos 15 días, con confinamiento incluido.

El 14 de marzo llegaba el estado de alarma: segunda vez en la historia de la democracia que se declaraba

El sábado 14, Burgos amanecía revuelta. Centenares de burgaleses salían a la calle para aprovisionarse de víveres y dar el que podía ser su último paseo en días. Porque, pese a que todavía no era oficial, todo el mundo sabía que ese mismo día se iba a declarar el estado de alarma en todo el país y que el mismo iba a implicar un confinamiento domiciliario.

Lo normal esa mañana era encontrarse colas en las gasolineras y los supermercados. La incertidumbre que rodeaba aquellos instantes podía palparse en un ambiente enrarecido y marcado por el miedo. Un miedo que no impedía, eso sí, que las tiendas de alimentación se llenasen de gente sin mascarilla y sin ninguna medida de protección. O que incluso hubiera gente que se atreviera a sentarse de una terraza. Sin duda, todos contribuimos a expandir el virus aquel día, mucho más que en cualquier manifestación o evento de la semana anterior.

Algo innegable, ya que ese mismo día la Consejería de Sanidad de la Junta declaraba que Castilla y León era 'zona de transmisión comunitaria'. Es decir, que el coronavirus ya no llegaba importado por otras comunidades autónomas, sino que eran los propios ciudadanos de la región los que estaban contagiando a otros.

Con la llegada de la tarde, llegó la reunión del Gobierno. Y a las 21 horas de la noche, en pleno prime time, Pedro Sánchez comparecía para anunciar la aplicación del estado de alarma y la obligación de todos los españoles de quedarse en sus domicilios excepto para ir a trabajar o para actividades básicas como ir a la compra, a la farmacia o al médico.

El presidente del Gobierno anunciaba la decisión con algo de nervios. Algo lógico teniendo en cuenta que era la segunda vez que se declaraba el estado de alarma en España, y la primera vez que incluía un confinamiento domiciliario, ya que la anterior vez que se aplicó fue cuando la crisis de los controladores aéreos, bajo el Gobierno de Zapatero.

El domingo, eso sí, todavía había dudas al respecto y muchos viajes, ya que todavía estaba permitido para regresar a los domicilios. Lo que no era posible era estar ya por la calle, algo que los burgaleses amenizaban gracias a la música.

Los burgaleses se concienciaron y vaciaron las calles

Pero los burgaleses rápidamente cumplieron. Sabían que en juego estaban las vidas de todos, ya que los fallecidos no dejaban de aumentar en Burgos. Tampoco los contagios, que iban disparándose pese a la poca capacidad de análisis que había en aquel momento, como anteriormente se ha comentado.

Así, lo raro aquellos días era ver a nadie ni siquiera yendo a los supermercados. Las calles se vaciaron y el silencio imperaba. Sólo se rompía a las ocho de la tarde, cuando todos los burgaleses, sin excepción, se asomaban a sus ventanas y a sus balcones a dar un aplauso a los sanitarios bajo el sonido del Resistiré. También se veía por la calle el dispositivo de la UME, que realizaba en Burgos labores de desinfección y saneamiento.

Pero una vez pasaban unos minutos, todos volvíamos a refugiarnos. Por mucho policía de balcón que acusase a sus vecinos de estar saltándose el confinamiento, lo cierto es que la ciudad de Burgos estaba completamente vacía, especialmente en los lugares emblemáticos que no hacía tanto estaban repletos de propios y extraños.

En total fueron 98 días de un estado de alarma y un confinamiento que, tras pasar la fase más dura de la primera ola de la pandemia, comenzó a relajarse. Poco a poco los paseos fueron permitiéndose, a finales de mayo volvían las terrazas, y el 21 de junio se alcanzaba la nueva normalidad y se daba por finalizado el estado de alarma.

Se encaraba así un verano que se presuponía esperanzador. El resto es historia.

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